lunes, 1 de noviembre de 2010

Lilith

Una simple humana

Hace muchos mañanas, existía una persona que lo único que tenía de peculiar era que aparentemente no tenía nada fuera de lo común. Esta persona vivía en Saeggehelly, y ya hacía 11 años que había salido del vientre de su progenitora. Esta persona era un ser humano femenino, con cabello largo y castaño que finalizaba en su cadera, y con un copete en la frente. De piel muy clara, con unos toques de rosa en sus pequeños labios, mejillas y otras partes de su cuerpo. Delgada, pequeña, con 1.45 de estatura, y 30 Kg. de peso. Tenía una pequeña nariz, y unos ojos medianos, que dejaban ver todo lo que sentía cuando ella deseaba, unas grandes pestañas decorando el color miel de sus ojos. El nombre de esta persona era Lilith.

Saeggehelly era una de las grandes ciudades del planeta, lleno de personas, todas diferentes, sin embargo la mayoría de ellos no eran felices, y, si lo eran, no sabían. Una ciudad tan alegre, tan colorida y tan bella… tan estereotipada no podía ser feliz. Todo el mundo caminaba con su máscara de persona “normal”, vestían sus telas (ropas) que los cubrían del frío y de las miradas disgustadas de las personas (como si estas personas no se hubieran visto desnudas nunca), que los cubrían del miedo de ser juzgado, o del de estar solo. En Saeggehelly todo el mundo estaba solo, menos Lilith, y los infantes, algunas personas con suerte que encontraron compañía y los llamados “locos”. En Saeggehelly se reprimía a la gente que no tenía miedo de ser juzgada, los que se vestían para expresar como son, los que escuchaban la música más hermosa a sus oídos y los que no estaban al pie de la orden de la moda. Estas personas solían ser las que estaban acompañadas.

Las reglas más severas de esta ciudad no estaban escritas, y tenían los más crueles castigos. No podías anhelar algo que no tuviera reconocimiento. Si no tienes ningún reconocimiento, en Saeggehelly no eras tomado en cuenta, la gente no te miraba y no podías soñar, no importaba si el título lo habías comprado, o si naciste teniéndolo, es válido y mucho más poderoso que los reconocimientos no escritos. Si no tenias reconocimiento era como si no existieras, y si te acercabas a una de estas personas poco a poco tu voz se volvía silencio para los demás.

Lilith anhelaba ser una persona visible, gritando el silencio de los demás. Que todo el mundo tuviera voz y que todo el mundo tuviera oídos, sin embargo que nunca existan dos personas iguales. A Lilith le pasaban muchas cosas por la cabeza durante todo el día, y como los niños aún no tenían mucha voz, los adultos se resistirían a creer que Lilith piensa lo que piensa (quizás por no sentirse inferiores o deprimidos). Ella vivía en una familia relativamente estable, con una clase social promedio. Su cuerpo y su cerebro amaban a su familia, su alma amaba a su hermano y cada cierto tiempo, llegaba una persona nueva a su alma, y como llegaba se iba, nunca sin antes dejar una huella en el alma de Lilith, llevándose con ellos un momento feliz en sus vidas.